Cuando los libros se cierran las historias se mezclan. Las letras se caen de sus renglones y se van de paseo. Las oes montan fiestas e invitan a las demás vocales menos a las íes, que son demasiado estiradas y siempre terminan por chafarlo todo. Las erres se montan en moto y se dedican a dar vueltas, mientras las las haches se quedan en un rincón, como las feas de los bailes de instituto.
Los dragones son pequeños, el sol se traga la luz y las brujas y las princesas juegan a las cartas. Pero eso sólo ocurre durante un breve espacio de tiempo en el que sólo podemos pestañear. Después, todo vuelve a la normalidad y el libro continúa su camino.
Lo que no saben los lectores es que el libro que leen es la primera historia que surge cuando comienzas a leer. Pero que si lo hubieras abierto unos segundos antes, la historia sería distinta. Porque hay un hechizo que fija a las letras en la posición en la que estén cuando el libro se abra. Y esa maldición sólo se rompe a trozos, mientras dejas el libro reposar en la estantería.
*Publicado originalmente en Literaturate
0 Comentarios