La canción de autor, como bien señaló Gabriel Celaya, sigue cantando como quien respira. Porque está viva y porque siempre tiene algo que contarnos dentro de nuestro cotidiano día a día.

De amores y rayuelas es un disco que enlaza dos países, dos mundos que, por desgracia hoy por hoy, acaban de entrar en un conflicto político y económico, esos que no entienden de canciones ni de sentimientos. Alberto Leal, sevillano y Alejandro Ferre, marplatense, han logrado unir en 11 canciones una filosofía de vida, un proyecto y un sueño. Una unión que ha sido posible gracias a la canción de autor.

El descubrimiento de Alejandro Ferre fue breve pero intenso y ha sido una grata sorpresa descubrir su bagaje musical, su melodías y cómo allá en la Argentina, tangos y bandoneones aparte, se hacen canciones que son capaces de viajar kilómetros y kilómetros océano adentro hasta clavarse en nuestra alma. Y es que temas como Rayuelas, o Inmensidad son de esos que se aferran con la magia que sólo tienen los versos de la canción de autor. Y gracias a internet - bendito invento para la música - los que estamos lejos de Argentina podemos sentirnos un poquito más cerca escuchando viejos temas y actuaciones que acaban conmoviéndonos. 

El otro artífice de este disco, Alberto Leal, es una de esas personas que crecen y atrapan todo aquello que pueda serle útil más adelante. Un joven sevillano que un día, en un concierto de Manuel Cuesta dijo "yo quiero ser cantautor". Y poco tiempo después ya estaba subiéndose a un escenario - en otro concierto precisamente de Manuel Cuesta - y demostrando que la canción de autor se siente y que la voz es uno de los instrumentos más potentes que tenemos para contar y cantar nuestros sentimientos. Una de esas personas capaces de liarse la manta a la cabeza, irse a Argentina a estudiar y volver con un proyecto casi cerrado de un disco con otro cantautor de Mar del Plata.

La presentación de este disco en La Estación de Sevilla fue como cerrar un ciclo para abrir uno mucho más importante. Los que estuvimos allí asistimos al nacimiento de una de las mejores simbiosis que - personalmente - he visto hasta el momento en el mundo de la música. Porque cuando uno es capaz de cantar los temas del otro como si fueran suyos, sabiendo el momento exacto en el que tiene que templar la voz para poner la pasión justa y necesaria, es cuando verdaderamente dos músicos han alcanzado esa magia que nos da este arte.

Aún tiempo después de aquel momento, cuando se escucha el disco, todavía pueden descubrirse nuevos matices y sensaciones que flotan en el aire cuando acaban las canciones.